sábado, 3 de diciembre de 2011

¡Mucha fiesta, poca protesta!

A lo largo de estos intensos meses de movilización social y que ha tenido como actores principales a los/as estudiantes de Chile. Uno de los aspectos que más se ha destacado desde los medios de comunicación oficiales, en lo relacionado con marchas y manifestaciones, ha sido su creatividad, originalidad, pluralismo, diversidad y dinamismo, que han encantado a toda la ciudadanía. Tanto así, que incluso al parecer han fascinado al presidente Piñera y al ministro vocero de gobierno Andrés Chadwick, según han expresado en conferencias internacionales.

En relación con la creatividad en las marchas y manifestaciones existe un discurso oficial. Este discurso oficial -que se transmite por los medios de comunicación, utilizado éste como instrumento político- está en boca de las bancadas de todos los partidos políticos institucionales, en sus más variados colores, del PC a la UDI: “la creatividad mostrada en las marchas de estudiantes ha atraído a la ciudadanía, eso es bueno porque pone sobre la mesa demandas por transformaciones que el país necesita en educación; pero por el otro lado, la violencia de los encapuchados empaña el movimiento y provoca que finalmente la ciudadanía le quite el respaldo a las demandas estudiantiles”. Este discurso sugiere, juntito y acompañando a la “nueva forma de gobernar”, una nueva forma de protestar.


¿Qué hay detrás de este discurso oficial, compartido por el gobierno, diputados y senadores?

Si ponemos la vista en el trasfondo de esta nueva forma de protestar, podemos sacar en limpio al menos dos elementos:

a) Un concepto de ciudadanía y lo que debiera ser un/a ciudadano/a: la pura categoría de ciudadanía ya habla de una perspectiva política; no es casual ni trivial utilizar la categoría ciudadanía en vez de pueblo, por ejemplo. La ciudadanía, bajo este concepto, es respetuosa, respeta la opinión de los demás, no se impone sobre nadie, es civilizada, es tolerante, sabe dialogar, es humilde cuando se para en lo público, no cree en la violencia ni las ideologías, sabe expresar con cuidado y prudencia su punto de vista. Aterrizando este conjunto de aptitudes e intentando reducirlo, el ciudadano es un ente que respeta los conductos institucionales de participación política porque es un ente “social”, no propiamente político.

b) Una tesis de lo que debiera ser un gobierno democrático: como llave y cerradura, la ciudadanía arriba señalada se acopla a sus gobernantes y sus instituciones. Los gobernantes, como fueron escogidos por la ciudadanía para gobernar, cumplen libremente sus funciones de poder, pero siempre procurando poner oído a las voluntades populares. Es decir, los poderosos manejan y articulan la política a su arbitrio, aunque intentando cumplir con las peticiones de la masa social “en la medida de lo posible”.

No hay que ir más lejos de este año y ver lo ocurrido con Hidroaysén y el conflicto por la educación, para darnos cuenta que “la medida de lo posible” significa “si a nosotros nos favorece, es posible”.

Sin pretender que estas concepciones sean homogéneas en toda la gama parlamentaria -porque sencillamente sería un mal análisis dado que no todos manejan las mismas cuotas de poder- vamos a colocar ahora la vista en nuestros vecinos de lucha, el Partido Comunista, por ser quienes indiscutidamente han liderado las movilizaciones sociales este año y quienes con particular fuerza realzan la nueva forma de protestar, creativa, dinámica y amigable.

Para decirlo sin ataduras, para el PC estas formas de manifestación son coherentes con sus objetivos institucionales; para estos fines, es necesario que las relaciones con los demás sectores de la política institucional, así como los puestos de poder que ocupan, no se vean irreversiblemente quebrados. El PC está atravesando una etapa de crecimiento político, de repunte, que va de la mano con un período de decadencia de la Concertación. Al hallarse el movimiento popular en ascenso y advertir una escalada para los años que vienen, y a la vez estar la Concertación debilitada, fragmentada y deslegitimada, evidentemente ésta tiene que ampliarse hacia la izquierda intentando integrar nuevos partidos al conglomerado (MAS, PRO, MAIZ), y realizando pactos con el PC. En este escenario, el movimiento popular se vuelve perfecto para que el PC negocie con la Concertación concejalías, alcaldías, cupos en las cámaras del Congreso e incluso algún puesto ministerial menor en un futuro gobierno concertacionista.

Pero justo aquí el PC se encuentra con un problema: las masas movilizadas no se pueden descarriar. Según sus planes, los manifestantes tienen que poner los contenidos, gritar las consignas, llenar las calles de lienzos y pancartas. Pero no pueden generar mayores desórdenes e inconvenientes a los políticos de arriba, porque sucede que si estos se enojan -después de mucha protesta- se comienza a ir a las pailas su idea de ocupar puestos políticos. Por lo demás, el campo de operación práctica del PC no pretende ser ningún otro que el de la institucionalidad burguesa. El mismo que nosotros queremos destruir.


Lo diremos claro y de una vez: reivindicamos la lucha directa y los múltiples métodos de confrontación que el pueblo se da para resistir el abuso, los golpes y las injusticias que nos propinan los poderosos. Reivindicamos la lucha popular y sus distintas formas de organización porque creemos que es el único medio que nos permitirá avanzar en un sentido anticapitalista y de construcción. Apoyamos decididamente a los miles de estudiantes que se entregan al combate en las calles y en sus establecimientos educativos porque creemos que son el cimiento de organizaciones autónomas, populares y anticapitalistas, las que podrán desarrollarse hasta la construcción de embriones de poder popular.

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